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Improvisaciones y creaciones espontáneas en el espacio

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“Hemos logrado establecer unas trayectorias horizontales en cada uno de los participantes dentro de sus intereses e historias”, afirma Sergio Cote, quien estuvo a cargo del Laboratorio Tecnologías desobedientes y performáticas. Durante septiembre, Plataforma Bogotá, ubicada en el Planetario de Bogotá, fue la sede de diversas acciones de experimentación por parte de los participantes de este lab, quienes trabajaron con la improvisación con la intención de cambiar productos por prácticas.  “La idea es que dejemos de pensar en piezas terminadas para instalaciones y conciertos; que se vuelvan prácticas constantes. Ese cambio de switch está en lo profundo de la práctica experimental”, añade Cote. 

Este laboratorio de Plataforma Bogotá se desarrolló en una serie de puertas, con las cuales Cote buscó cambiar el desarrollo de productos por las prácticas en sí. Es decir, esta metodología tenía como propósito “abordar el cómo se hace, más no lo que se hace. “Las puertas son una metáfora para que cada participante siga indagando en sus propias vidas sobre las preguntas que se hicieron en el laboratorio, que les abrió esas puertas”, agrega Cote. Las sesiones no proponían aprender algo en particular, sino cuestionar y reflexionar sobre temáticas en específico, como el concepto de tecnología y algunas de sus categorías como artefacto, progreso, calidad, política, explotación, arte, obra de arte y comunidad.

Entendido esto, la primera puerta tomó como punto de partida las definiciones de tecnología desde los artefactos, objetos y el potencial performativo de su exploración. También se pusieron en duda las dos definiciones sobre desuso, que se describen como ‘falta de uso -costumbre o hábito’ o como ‘falta de aplicación o inobservancia de una ley que, sin embargo, no implica su derogación’. Aquí también se traspusieron temas como la exploración performática de los artefactos tecnológicos reducidos a los espacios arquitectónicos, que se interpretaron como tecnologías configuradas desde agendas políticas, económicas y culturales. 

En este marco se presento la charla Tecnologías desobedientes: Improvisación y consumo musical a comienzos del siglo XX, que estuvo a cargo de Sergio Ospina, experto en musicología, tecnologías de reproducción sonora, transnacionalismo y jazz

Tras haber explorado lo anterior, en la segunda puerta se relacionaron los objetos con los cuerpos, permitiendo que los primeros actuaran como extensiones de los participantes y de los visitantes, ya que el humano necesita de artefactos que modifiquen los cuerpos para poder navegar el espacio, verlo, escucharlo y percibirlo, reflexiona Cote. De esta misma manera se modifican los cuerpos y se resignifican los espacios que ocupamos.

Posteriormente, en la tercera puerta se encontraron con el concepto de ruido y la periferia de los sentidos. Para Cote “el ruido usualmente es considerado como algo molesto, en algunos contextos también tiene consideraciones políticas, aunque también puede ser visto como algo positivo, en el caso de carnavales o fiestas”. Teniendo en cuenta este contraste se planteó la siguiente lógica: el ruido es en donde no está nuestra atención y ¿dónde no está nuestra atención? Una de las reflexiones de esta línea fue que en la periferia, en lo lejano de nuestra percepción. 

Marianthi Papalexandri-Alexandri, compositora y artista griega, presentó la charla Periferia(s) y Ruido(s) para ampliar sobre este tema. 

Sin embargo, también se llegó a la conclusión de que lo lejano no está realmente lejos, sino en los detalles y en el desuso. Esto se evidenció, por ejemplo, en la improvisación tecno-rebelde con no-input mixing -retroalimentación de las consolas- técnica que se hizo popular por el trabajo del artista japonés Toshimaru Nakamura en los 90. Aquí se presentó un ambiente propicio para resumir lo abordado en todas las sesiones del laboratorio desde los artefactos, los espacios, los cuerpos y los gestos, mediante el desuso de consolas de mezcla. Cada participante pudo interactuar como audiencia y como performer. El enfoque fue en la periferia, en el ruido y en los sonidos concentrados en el espacio de las perillas, así como los gestos en superficies reducidas que resultaron en sonidos y movimientos dentro de un ecosistema siempre en movimiento.  

Para estas sesiones de improvisaciones tecno-rebeldes, cada participante llevó dos artefactos tecnológicos y/u objetos que fuesen de uso cotidiano, fuesen portátiles y que hubiesen dejado de funcionar o de ser utilizados. El propósito era subvertir la definición de artefactos tecnológicos.

Otra de las actividades de este laboratorio fue la creación de partituras que permitieran (des)usar el Planetario de Bogotá como espacio. Fueron configuradas como invitaciones para explorar objetos, pero no desde una escala digital, sino desde la arquitectónica. Se pensaron los cuerpos como configuradores de espacios y como agentes de desusos de estas estructuras. Las partituras expandidas, entendidas como creaciones interdisciplinares, abordaron el descubrimiento desde los movimientos en el mismo espacios, las relaciones con las personas que transcurrían el escenario, así como las ecologías sonoras y visuales de este mismo. 

Carlos Esteban González, uno de los integrantes del laboratorio, mencionó que esta actividad le “ofreció una amplia gama de la subjetividad humana inmersa en espacios físicos y empáticos -ambos catárticos- mientras construimos y pusimos en escena objetos con los que se pudo hacer una experimentación física a ciertos artefactos políticamente cargados. 

Finalmente, también se contó con una actividad de diseño de artefactos - instrumentos para percibir- que resultó en una intervención en el escenario. Tras la charla del invitado Piyawat Louilarpprasert, compositor y artista multimedia tailandés, llamada Girando tubos, performando objetos, los participantes construyeron instrumentos que permitieran reapropiar el espacio con objetos que usualmente no se consideran tecnología de punta, como cajas, tubos, ductos y lijas. 

Es importante mencionar que estas construcciones no fueron solo instrumentos musicales, sino que también funcionaron como auditorios  reducidos que se enfocaron en sonidos específicos, asimismo se utilizaron improvisaciones previas que funcionaron para explorar la performatividad del sonido y su impacto en el espacio público, apuntando a las expectativas de los visitantes del Planetario.

Para Louilarpprasert, invitado especial y colíder de las actividades de la segunda semana, “la variedad de participantes en el laboratorio permitió un trabajo muy poderoso e impactante cargado de un ambiente imaginativo”, aspecto que lo impresionó del encuentro.

Por otro lado, el participante Paulo Simón García reflexionó que “salirse de los lugares comunes a los que lleva la sociedad y el arte es una necesidad esencial para todos los creadores artísticos ávidos por el conocimiento. Siempre había anhelado acercarme al arte y a la música desde la perspectiva de un científico que experimenta con sinfín de posibilidades estéticas y que se adentra en los mecanismos de las cosas para desenmascarar su funcionamiento”.

La tecnología y el arte, al final de todo, se complejizan al entenderlas como acciones humanas que influyen infinitamente los sistemas que habitamos, concluye Cote sobre la experiencia del laboratorio sobre los usos y (des)usos de la tecnología. 

Los participantes de este espacio fueron Laura Jimena Mora, Juan Camilo Vásquez, Paulo Simón García, Natalia Vasco, Mayra Muñoz, Jhoan Sebastián Rodríguez, Juan Fernando Parra, Santiago Barbosa, Carlos Esteban González y Luna Catalina Tinoco. 

Para encontrar el disco con el registro de las sesiones de este laboratorio, podrán ingresar al Bandcamp de Plataforma Bogotá.

En el siguiente video se podrán encontrar unos microdocumentales desarrollados por Sergio Cote a lo largo del laboratorio.